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Las pymes han sido más flexibles, han intentado mantener los empleos y negociado mejor las reducciones de sueldo. Esas pymes por lo mismo son opciones de proveeduría viable para nuevos servicios de redes o mantenimiento, creando nuevas alianzas y ayudando a ahorrar gastos de operación.

Esta crisis nos obliga a replantear los modelos de negocio y la manera en que hacemos transacciones, IntegraRSE abrió espacios de conversación virtual para visualizar el futuro que podemos crear ahora y abrir los ojos a una nueva visión de Responsabilidad Social. Comparto aquí las reflexiones sobre la nueva economía que se discutieron, primer tema de 4 que analizaremos.

¿Cómo hacer una economía incluyente que no exponga más a quién más lo necesita?

Lo primero que debemos replantearnos es el modelo económico. ¿Hay ciudadanos de segunda para la economía? Porque alejarnos de las tiendas promovió la entrega a domicilio, lo que genera que los repartidores estén totalmente expuestos al COVID al hacer su trabajo; ellos no podían darse el lujo de permanecer en sus casas. Y como corolario de lo anterior tenemos también la economía informalResguardarnos en una cuarentena está limitado a quienes tienen ingreso seguro, pero ¿y quienes tienen que salir a conseguir el pan diario? Esto sin embargo abrió algunas oportunidades: muchas personas se suman a ayudar económicamente a estos trabajadores informales mediante donativos.

Nosotros organizamos una vaquita solidaria que reparte hasta diez mil pesos semanales entre quienes lo necesitan, pero esos donantes tal vez no estarían dispuestos a salir a entregar víveres a la gente de la calle, a tener que ir a comprarlos y armarlos y entregarlos… ¿Hasta dónde llega realmente nuestra preocupación por el otro? También recibimos muchos reclamos porque “no les den dinero, denlo en especie” y parece que olvidamos que hay cosas que no se pueden pagar en intercambio: la renta, los servicios, las escuelas…

¿Será tal vez momento de volver al trueque? Donde recibías un bien o servicio a cambio de otro que puedas proveer, porque ésa es una opción para quienes no están obteniendo dinero diario.

Esa justamente es otra preocupación: nuestra nula consciencia del ahorro, tanto individuos como empresas. Podemos observar con esta crisis la mala planeación que existe tanto personal como colectivamente, las empresas – de todos los tamaños, nacionales o transnacionales – no tienen capacidad para soportar una crisis económica por 3 meses. No sólo hay falta de capacidad económica, también hemos visto fallas en los modelos de comunicación y transparencia con los colaboradores y otros grupos de interés.

Una de las explicaciones a esto es que, o no tienen mapeo de riesgos, o esos riesgos jamás consideraron una parálisis operativa de semanas. Entendemos muy bien que las razones para declarar una bancarrota, despedir personal o disminuir sueldos son multifactoriales, pero es una realidad que muy pocas empresas están preparadas para dejar de tener flujo durante semanas y eso es muestra de una pobre planeación financiera y, por tanto, un análisis de riesgos poco responsable.

Otra consecuencia del capitalismo es el patrón de consumismo desmedido y la crisis nos ha hecho también replantearnos la idea de consumo ya no sólo por necesidad o por gusto, sino para ayudar al otro.

Ha habido una importante respuesta en el consumo local. Esta campaña ha tenido eco en redes sociales, pero más allá de hacerlo por mera consciencia de ayudar al productor local, se hace por la eficiencia de respuesta de los comercios pequeños. Mientras Wal-Mart y los grandes almacenes están tardando días enteros en sus entregas, la abarrotería de la esquina, los locatarios de la central de abasto y todo “changarro” que migró a entregas a domicilio está entregando el mismo día. No hay mayor motivador que la necesidad.

En general son las pymes, ésas que crean más del 70% de los empleos en México, las que mejor han reaccionado a esta crisis desde nuestra perspectiva.

Las pymes han sido más flexibles, han intentado mantener los empleos y negociado mejor las reducciones de sueldo. Esas pymes por lo mismo son opciones de proveeduría viable para nuevos servicios de redes o mantenimiento, creando nuevas alianzas y ayudando a ahorrar gastos de operación. ¿Empezaremos a entender desde el mundo corporativo que las pymes son más que un proveedor y su auténtico valor dentro de nuestra cadena productiva?

Finalmente nos preguntamos, ¿seguirá siendo el dinero un fin o se entenderá como un medio?

Surge la reflexión sobre cómo había visto la sociedad el dinero hasta ahora; se descubre que ya no se paga por tiempo sino por el trabajo que se realiza dentro de una empresa. Con el cambio a home office, los horarios de trabajo se descompensaron por lo que se visibiliza la necesidad de cobrar por el trabajo que realmente hacemos y no por las horas de trabajo que se está conectado. Muchas empresas empiezan a ver como opción el freelancing en donde no se tiene contrato de largo plazo, o el coworking donde se trabaja con mucha gente, pero ninguno está supeditado al otro. Son posibilidades que se abren a las empresas, aunque no necesariamente signifiquen la opción más responsable. Para serlo, entonces la responsabilidad social debe dejar de ser algo que pasa en 4 paredes y extenderse hacia quienes conforman la empresa: un individuo que trabaje lo justo, que descanse, que balancee su vida personal – sobre todo en este momento en que todos están en casa, que no haga compras excesivas de alimentos empaquetados en unicel, que no deje la computadora de su casa prendida todo el día… ¿realmente estamos siendo responsables fuera de los edificios de las empresas?

Esta crisis no ha dejado la menor duda que no todas las empresas que son llamadas en la actualidad “socialmente responsables” saben cómo actuar y si realmente hacen estas prácticas por ayudar y crear un mejor ambiente para el colaborador, cliente, proveedor, o si es únicamente una pantalla. Muchas de esas empresas han trabajado una responsabilidad social operativa, con tal de obtener palomitas en un tablero, de cumplir indicadores, de obtener reconocimientos, pero cuando todo eso se detiene, ¿estamos realmente abonando al desarrollo sostenible con nuestras operaciones?

Una consecuencia inequívoca de esta crisis es que se van a multiplicar las formas de negocio que existen y la Responsabilidad Social tendrá que adaptarse a eso, reforzando la responsabilidad personal, generando una transformación verdadera y no tanto por cumplir con el estándar que se ha impuesto, convirtiendo la RS en una manera auténtica visión de negocio y no en una actividad adicional de lo que estamos haciendo.

¿Cómo hacer que cambie la economía? En un principio tendría que cambiar el consumidor, analizando qué empresa es verdaderamente socialmente responsable, un consumidor crítico y analítico respecto a las empresas que consume y con quien colabora de forma laboral.

La economía en general debe empezar a ver a las organizaciones como pequeñas unidades, se debe empezar a fragmentar a esas grandes empresas en pequeños ecosistemas que sean más flexibles, con capacidades de respuesta más efectivas y con tomas de decisión que hagan más fácil adaptarse al cambio. Todo esto sin olvidar que toda organización, del tamaño y giro que sea, está creada por individuos y si en ellos no se vive la responsabilidad social individual, entonces estamos hablando de un concepto arcaico y de letra muerta. Estamos entrando a una era donde ya no existirán edificios que contengan organizaciones, sino individuos que las personifiquen, ¿estamos listos para ello?

Ésta fue sólo la primera reflexión de una serie de webinars gratuitos en donde ahondaremos sobre las nuevas dinámicas de trabajo, de convivencia y de creación de comunidad. Acompáñanos en estas conversaciones aquí.

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